Aprendió, a querer las rosas con espinas, a no quedarse callada cuando sentía lo que su corazón temía.
Aprendió, a lidiar, a mirar frente al mar cuando su fuerza se decaía.
Aprendió, a ser fuerte, a levantarse cuando la vida le daba donde más le dolía. Porque el tiempo se va y la hora pasa de prisa.
Aprendió, a callar su mente cuando le decía que no podía, y que en ese mismo lugar se quedaría, plasmada en esa tarde gris llena de melancolía.
Pero su corazón y valentía la llevo a ser grande cada día.
Maria Victoria Aybar